Ya sea por cuestiones religiosas, mitológicas o, simplemente, geológicas, hay lugares en la Tierra que fascinan y asustan con la misma intensidad. ¿La razón? Podrían tratarse de accesos directos al inframundo. ¿Dónde podemos encontrarlos?

Según la creencia budista japonesa, el Monte Osore (Japón), cuya traducción es el "Monte del Miedo", es una de las consideradas puertas al infierno. ¿La razón? Es un volcán cuyas inmediaciones no destacan por su belleza paisajística. Además, se encuentra en la orilla de un lago venenoso y hay emisiones de gases.

Hay una cavidad en el centro del Foro Romano que guarda un sinfín de leyendas. Una de ellas es la del historiador Tito Livio, acerca de un agujero abierto en el centro del Foro que conducía al inframundo y que podía tragarse Roma. Sólo pudo cerrarse cuando el joven valiente Marcos Curcio se sacrificó tirándose por el bien de Roma.

A sólo 50 kilómetros de Madrid, se encuentra el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que fue construido por orden del rey Felipe II entre 1563 y 1584. Y el lugar elegido para su construcción no fue una casualidad, ya que, según contaba una leyenda, en este lugar se encontraba una de las siete puertas que existen para acceder al infierno. Y es que, tras ser expulsado del cielo, Lucifer habría vivido en una cueva del monte Abantos y llegó al Averno a través de una mina cercana. Por ello, Felipe II, tan religioso como era, construyó sobre esa mina el monasterio para sellar para siempre esa supuesta puerta.

Al parecer, según algunas creencias y la mitología griega y romana, en este lago del sur de Italia, situado en la zona de Campania, se encuentra otra de las puerta al inframundo.

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En Beppu (Japón) encontramos estos pozos volcánicos con aguas termales cuyo color y olor a azufre bien hacen creer que se trata una de las puertas al infierno en la Tierra. De hecho, según algunas leyendas, a través de estos pozos los demonios acceden a nuestro mundo.

Su nombre significa 'montaña que arde' en la lengua indígena de la tribu Chorotega. Cuando los españoles llegaron en el siglo XVI creyeron que era la boca del infierno. De hecho hay un lago de lava persistente. Por ello, en 1529, el fraile español Francisco de Bobadilla plantó una gigantesca Cruz en la cima del cráter.

Este cráter de lava lo encontramos en Turkmenistán, en el desierto de Karakum, cercano a la pequeña aldea de Darvaza. En realidad se trata de una cavidad de la que emana gas natural y que fue encendida por geólogos en 1971 para evitar que el metano se propagase. Desde entonces sigue encendida.

No se trata más que de un lago de lava persistente del volcán Erta Ale, ubicado en Etiopía, pero la imagen que regala bien parece una verdadera puerta al inframundo.

En Islandia está el volcán Hekla, que ha sido considerado desde la Edad Media como una de las puertas al infierno en la Tierra tras sus violentas erupciones. Muchas historias y leyendas del país nórdico la identifican con su cráter desde hace tiempos inmemoriales.

Una puerta situada en la antigua ciudad helenística de Hierápolis, ubicada en la actual Pamukkale, provincia de Denizli (Turquía) y considerada Patrimonio de la Humanidad. Ya aparecía en los escritos de Plinio el Viejo y de Estrabón, aunque fue redescubierta en 2013. Se consideraba una puerta al infierno ya que, al atravesarla, morían los animales. La realidad es que hay bolsas con alta concentración de CO2.

En la mismísima obra de Virgilio 'La Eneida' encontramos esta puerta al infierno conocida por los antiguos romanos desde hace más de 2.000 años.

El vudú considera que, al morir, hay que pasar por una especie de purgatorio, denominado el Guinee. Las puertas hacia ese lugar son siete y, aunque no se sabe dónde están, hay quienes las localizan en New Orleans, en la tumba de Marie Laveau, la reina del vudú, quien murió en 1881.

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