Donald Trump era un neoyorquino convencido hasta que perdió las elecciones y decidió abandonar su ciudad de siempre, su confortable triplex y su rascacielos para refugiarse en la soleada Florida. Y, sobre todo, para disfrutar de los exteriores e interiores de su mansión de Mar-a-Lago, con rincones como este, con cuadro y tacos de billar. Pero ¿qué representa para Trump y qué historia tiene Mar-a-Lago?
Cuando Donald Trump compra el complejo de lujo Mar-a-Lago en la década de los 80 ni imaginaba que se convertiría en presidente de los Estados Unidos. Seguía feliz pasando su día a día en Nueva York mientras que esta adquisición en Palm Beach le servía, sobre todo, como perfecto escenario para fiestas.
La propiedad había estado semiabandonada durante años y es en 1985 cuando Trump la compra e impulsa su uso como establecimiento de viviendas vacacionales de lujo. Y también se reserva toda una zona para fijar su residencia personal. Entre las novedades que incorpora Trump, las cinco canchas de tenis.
Una de las versiones que circulan sobre el modo en que Trump se hizo con Mar-a-Lago a buen precio (unos 10 millones de dólares) es que el magnate se hizo con las propiedades adyacentes y dejó circular la noticia de que construiría allí y Mar-a-Lago se quedaría sin sus fabulosas vistas al océano y su aislamiento exclusivo. Logró bajar el precio inicial sustancialmente.
El complejo de Mar-a-Lago fue construido entre 1924 y 1927 por la millonaria Marjorie Merriweather Post, una mujer valerosa, llena de inquietudes y amante del arte. A su muerte quiso donar este sitio para que fuera lugar de veraneo de los presidentes pero su propuesta no fue atendida y en los 80 la propiedad volvió a manos de la familia Post, que la vendió a Trump.
Mar-a-Lago se encuadra en lo que se llama arquitectura de estilo español, muy popular entre las élites de los años 20. Pero posteriormente se han hecho reformas y adaptado al concepto de lujo de la gente rica que peregrina a Palm Beach, uno de los lugares más exclusivos de Estados Unidos y el mundo.
Los interiores de Mar-a-Lago son un despliegue de lujo de la vieja escuela. Nada de modernidades: lámparas de araña, maderas nobles, alfombras y toda la parafernalia que gusta a alguien como Trump.
Esa ostentación con las cimbreantes palmeras de Florida alrededor es algo muy del universo estético de Trump, siempre tendente al exceso.
Con que en la década de los 80 y 90, cuando Trump aún ni sospechaba que ocuparía la Casa Blanca y sólo estaba preocupado por sus negocios y apariciones en cine y televisión, Mar-a-Lago era el lugar de sus mejores fiestas, donde cantaban para él y sus invitados bandas como los Beach Boys.
Pero Mar-a-Lago también es un negocio: 10.000 metros cuadrados, 126 habitaciones, un muy exclusivo club al cual no es fácil acceder.
Y también tiene su valor histórico y arquitectónico: está reconocido como Hito Histórico Nacional (National Historic Landmark) por el gobierno federal.
Pero en lo que a Trump se refiere, si buscamos fotografías tomadas (según Getty Images) en Mar-a-Lago, hay una instantánea que seguramente el ex mandatario querría borrar. Porque en las fiestas de Palm Beach, Trump coincidió con Jeffrey Epstein, magnate que se quitó la vida en su celda (en 2019) tras ser descubierta una impresionante red de abusos a mujeres manejada por él. Cuando estalló el escándalo se publicó que Trump y Epstein llevaban muchos años sin hablarse por una discusión.
Otra instantánea para el álbum de Mar-a-Lago, que Trump impulsó como resort en los 90 construyendo un salón de baile de casi 2.000 metros cuadrados y organizando actuaciones de artistas como Billy Joel o Celine Dion. Michael Jackson y Lisa Marie Presley pasaron aquí su luna de miel.
Aunque Mar-a-Lago ha pasado momentos de crisis (y la pandemia ha golpeado duro), no es mal negocio para Trump: en 2019 tuvo unos beneficios de 21 millones de dólares.
Las lujosísimas dependencias de Mar-a-Lago están disponibles para sus clientes con precios que oscilan dependiendo del tipo de alojamiento y la temporada. Pero el precio suele oscilar entre los 600 y los 2.000 dólares diarios.
Durante la presidencia de Trump, Mar-a-Lago fue su segunda residencia y allí celebró reuniones, recibió a mandatarios extranjeros y tuiteó furiosamente, como suele.
Y una vez perdida la presidencia, Mar-a-Lago se ha convertido en hogar definitivo para Melania y Donald Trump. En la imagen, Melania Trump se hace un selfie con la esposa de Juan Guaidó, líder de la oposición venezolana a Nicolás Maduro.
Durante estos meses en los que Trump descansa de su derrota en las urnas (derrota que sigue negando) son muchísimas las personalidades republicanas que le han visitado. Donald Trump no descarta presentarse en 2024 para retornar a la Casa Blanca y en el partido, aunque hay quien quisiera pasar página, no son pocos los que siguen pensando que el magnate posee una capacidad de seducción sobre el votante que no puede desaprovecharse.
Así que Trump ha construido una especie de corte real desde su refugio dorado en Mar-a-Lago y detrás de él han ido varios miembros de su familia a vivir a Florida. Donald Jr., Ivanka y Tiffany ya se han instalado en la zona.
Así que Mar-a-Lago se ha convertido en el epicentro del universo Trump y quedan lejos los años neoyorquinos. Florida es el lugar desde donde se conspira y se hacen los planes de retorno al poder. Quién sabe si Trump logrará vencer al sistema por segunda vez.
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