¿Qué es la obsolescencia programada y cuál es su origen?
La obsolescencia programa es un término que se refiere a la vida útil que el fabricante le da a un producto para que el cliente, pasado un determinado tiempo, se vea en la obligación de renovarlo.
El objetivo de la obsolescencia programada es que el consumidor adquiera un producto nuevo, similar o superior al anterior y, así, mantener un flujo continuo de ventas y beneficios.
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La obsolescencia programada juega con varios elementos como el hecho de que una reparación sea, en ocasiones, más cara que un nuevo producto o la mera satisfacción del consumidor de saber que tiene un producto más nuevo y, en la mayoría de ocasiones, mejor que el anterior.
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Este concepto crea la necesidad psicológica en muchos consumidores de desear productos que no necesitan y hay ejemplos claros que vienen rápidamente a la cabeza.
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Uno de los grandes problemas que genera el consumismo masivo que provoca la obsolescencia programada es la cantidad actual de residuos y sus consecuencias en el medio ambiente.
Y es que muchos productos que son descartados de forma prematura, contienen elementos altamente contaminantes y millones de toneladas, en vez de ser reciclados, terminan en países con menos recursos donde su impacto ambiental se multiplica.
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En función de la motivación de la compra de un producto, existen varios tipos de obsolescencia programada.
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Viene dada cuando un fabricante lanza un producto al mercado que, claramente, mejora el anterior modelo.
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La obsolescencia de calidad es la que lleva al producto a presentar fallos de funcionamiento transcurrido un determinado tiempo.
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Por último, la obsolescencia de deseo es la que abraza el consumismo en su máximo esplendor. Cuando el cliente compra un nuevo producto, por el mero hecho de tener el último modelo y a pesar de que el anterior sigue funcionando con normalidad.
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El origen de la obsolescencia programada se sitúa en la década de 20 del siglo XXI, cuando el presidente de General Motors, Alfred P. Sloan, buscó una forma de competir con su gran rival, Henry Ford, cuyo modelo T arrasaba en Estados Unidos.
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Sloan basó su estrategia en una renovación constante de sus vehículos, con el objetivo de que sus clientes cambiaran el que ya tenían por uno más moderno, a pesar de que el otro aún funcionara. El empresario jugaba con la sensación de insatisfacción del cliente por no tener el mejor modelo disponible.
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Fue en 1932, en plena Gran Depresión, cuando Bernard London, un corredor inmobiliario, sugirió "definir la obsolescencia de los bienes de consumo en el momento de su producción". En ese artículo ya mencionaba, de forma específica, la obsolescencia programada.
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No obstante, cuando se habla de obsolescencia programada, todo el mundo mira al sector de las bombillas. Y es que en 1924, los principales fabricantes se reunieron en Ginebra para crear Phoebus, un conglomerado para repartirse el mercado mundial de la iluminación.
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Entre otras cosas, acordaron reducir el estándar de duración de las bombillas, pasando de las 2.000 horas que duraban, a 1.000 horas. El objetivo era obvio: vender más. No obstante, también alegaron que las bombillas de la época, a partir de 1.000 horas, perdían eficiencia y gastaban más energía.
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Curiosamente, otra bombilla, la famosa Centennial Light, ha sido usada contra Phoebus durante décadas. Situada en el parque de bomberos de Livermore-Pleasanton, California, esta bombilla lleva luciendo de forma ininterrumpida desde 1901. Desde el siglo pasado, es un símbolo contra la obsolescencia programada, por considerarse una prueba de que es posible fabricar productos que duren para siempre.
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