Niebla mortal en Londres: el desastre que acabó con miles de vidas en 1952
La Gran Niebla de Londres, que tuvo lugar en diciembre de 1952, fue uno de los acontecimientos más devastadores en la historia de la contaminación del aire urbano.
Entre el 5 y el 9 de diciembre de aquel año, una espesa niebla, conocida como 'smog', envolvió la ciudad de Londres, provocada por una combinación de condiciones climáticas adversas y la emisión de gases provenientes de la industria.
Cuando apareció por primera vez la niebla, los ciudadanos no sospechaban de su gravedad, ya que la parición de nieblas y los cielos nublados son bastante comunes en la capital británica. Sin embargo, esta vez las condiciones fueron diferentes.
El pueblo con mutaciones genéticas que vive en el mar
En aquella época, el 78% de los habitantes de la ciudad utilizaban carbón para calentar sus hogares, según señala National Geographic. Es por eso que, con las chimeneas a todo vapor y en pleno invierno, se produjo un fenómeno meteorológico conocido como inversión térmica, que atrapó las emisiones procedentes de la quema de carbón sobre la ciudad.
El humo del carbón se convirtió en una niebla mortal. Según la Oficina Meteorológica británica, la niebla tenía 200 metros de espesor y los contaminantes de la ciudad seguían emitiendo mil toneladas de humo y dos mil toneladas de dióxido de carbono al día.
Imagen: Unsplash / Kevin Mueller
El dióxido de azufre, un gas incoloro producido al quemar carbón, permaneció en la atmósfera y se mezcló con las partículas de agua de la niebla, convirtiéndose así en ácido sulfúrico, según explicaba National Geographic. La combinación provocó que la ciudad quedara envuelta en una niebla similar a la lluvia ácida.
Al final del primer día de niebla, el cielo adquirió un tono amarillento y el olor, casi insoportable, era similar al de los huevos podridos. Todas estas inclemencias provocaron el caos en la ciudad de Londres.
La visibilidad había disminuido tanto que no era posible circular con seguridad por las calles. Hubo incluso que parar el transporte público.
En esos cuatro días, 150.000 personas fueron hospitalizadas y 12.000 murieron como consecuencia de la exposición a la contaminación extrema, según varios medios de comunicación mundiales.
Esta combinación tóxica de niebla y contaminantes continuó acumulándose en la capital hasta que finalmente cambiaron los patrones climáticos. La alta presión cedió y permitió que los sistemas climáticos del Atlántico y el aire fresco del océano disiparan la atmósfera sofocante, según explicó la BBC.
La isla cuyos habitantes son ciegos al color
En la imagen, un técnico de la Estación de Investigación de Combustibles realiza un experimento sobre la calidad del aire durante noviembre de 1954. La investigación se llevó a cabo como respuesta a la Gran Niebla de Londres.
En 2012, los investigadores analizaron datos de esa época y descubrieron que el daño a la salud pública fue dantesco. Los niños expuestos a la contaminación del aire durante su primer año de vida tenían casi un 20% más de probabilidades de desarrollar asma durante la niñez.
Además, National Geographic informó que la exposición a la contaminación en el útero de las mujeres embarazadas de la época contribuyó a un aumento de casi el 8% en los casos de asma infantil.
A raíz de esta catástrofe, las autoridades emitieron la Ley de Aire Limpio de 1956, que regulaba el humo industrial y doméstico, para evitar que una situación tan peligrosa volviera a ocurrir.
En 2016, una investigación realizada por Renyi Zhang, de la Universidad Texas A&M, estudió cómo actúan los contaminantes en las grandes ciudades de todo el mundo. Según el sitio web de la UOL (Universidad Online de Brasil), los investigadores utilizaron datos de la Gran Niebla, junto con experimentos de laboratorio, para medir la contaminación y su riesgo potencial para la salud humana.
El estudio, publicado en Proceedings of the National Academies of Sciences, reveló que una reacción química similar es responsable del color gris de los cielos en Pekín y Xian, aunque agroquímicos como el amoníaco también contribuyen a este fenómeno.
En general, las investigaciones sugieren que las condiciones que provocaron esta tragedia podrían desarrollarse a escala global, especialmente en las grandes ciudades, donde los niveles de contaminación son extremadamente altos.
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