Así es el día a día de Rusia mientras la guerra en Ucrania continúa
Resulta difícil asegurar cuál es el estado de ánimo de la sociedad en países tan grandes y complejos como Rusia. Y más aún si son países (este es el caso) tendentes a la autocracia. Rusia vive aún muy ligada a su pasado soviético e imperial, tiene un Partido Comunista todavía fuerte y niñas y niños engrosan las filas de los 'Pioneros', como en tiempos de la URSS. ¿Y cómo viven la guerra en Moscú y otros lugares?
Crónicas periodísticas y fotografías nos hablan de una Rusia donde la propaganda tiene un peso importantísimo, ya sea en forma de carteles callejeros, actividades escolares o la incesante cháchara televisiva a favor de la guerra.
Las sanciones de Unión Europea, Reino Unido y Estados Unidos contra Rusia, de momento, no tuvieron un efecto demoledor. La mayoría de las firmas globales cerraron tiendas o centros de producción en Rusia, pero el FMI calculó que la economía rusa crecerá en 2023 un 0'3%, según recogía Euronews. Poco pero lo suficiente para demostrar que las sanciones económicas no hundieron a Putin.
En cuanto a si la gente apoya o rechaza la guerra, depende de las encuestas que se miren: en diciembre de 2022, medios como USA Today publicaban grandes titulares asegurando que sólo un 25% de los rusos apoyaba expresamente la guerra, según un presunto sondeo del Kremlin filtrado por una organización humanitaria.
En marzo de 2022, sin embargo, una encuesta de la que se hizo eco The Washington Post hablaba de un 58% de apoyo a la guerra entre los rusos.
En un artículo de The New York Times publicado el 20 de enero se asegura en el titular que 'Putin está creando la Rusia que quiere'. La guerra refuerza el nacionalismo ruso en la población. Se trata de apoyar a los soldados en el frente y no resulta fácil eludir esa especie de obligación moral.
Un profesor siberiano llamado Sergei Chernyshov, discrepante con el nacionalismo putinista, dice a The New York Times: "La sociedad ha descarrilado". Y añade que han saltado por los aires las nociones del bien y el mal.
Ese profesor de una escuela de Siberia que habla a The New York Times aseguran que basta con dar una opinión en un chat de padres y madres que se desvíe de la línea oficial para que surjan las acusaciones de "nazi y colaborador de Occidente".
Así que, siempre desde la óptica de las crónicas que difunden los medios occidentales sobre el día a día en Rusia, existiría una mezcla de clima opresivo que impide toda opinión discrepante y ardor guerrero.
Pero que el entusiasmo por la guerra no es generalizado como bien pudo verse cuando Putin anunció un reclutamiento masivo y hubo filas de autos en las fronteras, y gente que huyó de Rusia antes de que se les llamase a combatir. También hay jóvenes (como Dimitri, a quien pertenece el documento militar de la imagen) que viven en la clandestinidad, huidos, para eludir que les envíen al frente.
Sea como sea, lo cierto es que resulta casi imposible en la conversación pública escuchar voces discrepantes. Incluso, cuando comenzó la invasión, se prohibió a los medios utilizar el término "guerra". Hasta ese punto llega el control del poder sobre lo que se opina o publica.
Y luego está ese orgullo ruso por un pasado imperial que provoca una nostalgia eterna: nostalgia por la grandeza zarista o por los días en que la Unión Soviética disputaba a Estados Unidos la condición de gran potencia internacional hegemónica.
En cuanto a Putin, desde Occidente las opiniones resultan unánimes: su apoyo popular (que, más allá de represión y autocracia, parece muy alto) puede desvanecerse si, tras miles de muertos, la campaña de Ucrania acaba siendo un fiasco.
Veremos qué sucede. Hablamos de un país, Rusia, geográficamente inmenso y con una población de más de 143 millones de habitantes.
Aunque hay publicaciones como Fortune que hablan de una diáspora de jóvenes rusos, una imparable fuga de talento ante el clima social y la guerra.
Sea como sea, la guerra continúa provocando dolor y devastación. Y en Rusia, como en tantas partes, la vida sigue. Y lo que piensa cada uno de los ciudadanos de esta gran nación no es tan fácil de descifrar en estos tiempos convulsos.
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