La increíble transformación de David Beckham
Hablar de David Beckham es hablar de un futbolista irrepetible, una pierna derecha tocada por los ángeles, una empresa en sí mismo y un referente estilístico para millones de personas. Esto último, siendo sinceros, no siempre.
Desde su llegada a la élite, el futbolista inglés fue el espejo en el que se miraron muchos de sus fans, copiándole peinados, looks, incluso estilo de juego.
Todo el mundo quería ser como Beckham y no sólo Keira Knightley (protagonista de la célebre película ('Bend It Like Beckham' / 'Quiero ser como Beckham' / 'Jugando con el destino').
Pero, claro, tras un incontable número de cambios de look, y a pesar de que a David Beckham parezca quedarle bien todo, hay algunos estilos que el propio empresario recuerda con bastante mal sabor de boca.
Así lo ha confirmado en una entrevista a The Sun, donde ha reconocido que hay un peinado del que, más de 20 años después, se sigue arrepintiendo. ¿Adivinas?
Pues sí, son las trenzas que se hizo en mayo de 2003, con el añadido que las llevaba el día que conoció a una de las personas más influyentes en la historia del siglo XX: Nelson Mandela.
El propio David Beckham lo recuerda: "Me las puse el sábado y el lunes volé a Sudáfrica con la selección. Conocí a al gran Nelson Mandela y la imagen que tengo con él, es mía sosteniendo su mano con trenzas en mi cabello".
Y por si alguien duda que se hayan malinterpretado sus palabras, lo deja bien claro: "Es el único arrepentimiento que tengo".
Pero, ¿cómo le dio por hacerse trenzas y más sabiendo la cita que tenía con Nelson Mandela a los pocos días? Quizás, un exceso de confianza.
"Estábamos en el sur de Francia con la familia y una amiga de Victoria, que es peluquera, me preguntó si podía hacer algo con mi cabello y se ofreció a hacerme trenzas. Le dije que sí. Lo recuerdo como doloroso pero también recuerdo que me gustaron", apunta al citado medio.
Y a pesar de que el tiempo ha terminado en arrepentimiento, fueron incontables los fans de David Beckham que copiaron su look y se hicieron trenzas.
Y esto no es la única vez que ocurrió, pues el ex futbolista inglés ya tuvo algún que otro peinado cuestionable que, cosas de la moda, acabaron siendo tendencia. Esto es ser un influencer.
Obviamente, el look que viene a todo el mundo a la cabeza, es el de su presentación por todo lo alto con el Real Madrid, con todo el mundo mirando, Becks se presentó con un peinado imposible.
Ocurrió el 2 de julio de 2003. David Beckham llegó con look casual perfecto: jeans rotos, camisa y americana blanca, como guiño al color del equipo. Pero, ¿por qué llevaba dos coletas?
Sí, su peinado era tan rompedor como complicado de entender, con una coleta pequeña alta y otra más pequeña algo más abajo. El mundo jamás volvería a ser igual.
Al día siguiente, miles de fans en todo el mundo, especialmente menores, aunque sólo los que tenían pelo lo suficientemente largo, adoptaron este extraño pero original look. Beckham lo había vuelto a hacer. Eso sí, su doble coleta acabó siendo una coleta simple.
Y como no hay dos sin tres, no está de más recordar cuando en febrero de 2002, David Beckham abrazó el estilo mohicano pero con un toque personal que no terminó de cuajar entre sus fans más acérrimos.
Al undercut clásico, con pelo engominado y corto arriba, le sumó una pasada de maquinilla en medio flequillo que más parecía un error de peluquería que algo hecho a conciencia.
Que sí, que le quedaba bien pero es que a David Beckham le pueden poner cucarachas en la cabeza y pintarle el pelo de verde y seguirá estando guapo.
En su defensa, decir que por mucho que vuelva a errar en un look, cosa que no parece vaya a volver a pasar, jamás alcanzará los niveles extremos a los que llegó Ronaldo Nazario en el Mundial de Corea y Japón 2002.
El delantero brasileño llegó a pedir perdón a las madres que tuvieron que ver a sus hijos con ese peinado pero su estrategia funcionó, porque los periodistas dejaron de hablar de sus lesiones para centrarse en el pelo. Finalmente, Brasil ganó el Mundial y Ronaldo marcó los dos goles de la final, demostrando no tener un pelo de tonto.