El trágico final del 'Chava' Jiménez, el ídolo cuya muerte parecía inevitable
Nunca ganó ninguna de las tres ‘grandes’ pruebas del ciclismo, pero José María Jiménez, ‘El Chava’, pasó a la historia de este deporte como uno de los mejores escaladores de siempre. Y, sobre todo, por ser el ciclista de la afición, del pueblo, un ídolo que acrecentó su leyenda al morir joven, víctima de sus problemas y sus excesos.
Nacido en la pequeña localidad de El Barraco (Ávila), el 6 de febrero de 1971, el ciclista abulense dejó huella en el pelotón internacional durante sus diez años como profesional (1992-2002), por su carisma, simpatía y porque era un ciclista que estaba llamado a hacer algo grande en este deporte.
Compañero de equipo de Miguel Induráin y Pedro Delgado, fue un ciclista que se hizo grande en la Vuelta a España, donde consiguió nueve victorias de etapa, fue cuatro veces campeón de la montaña, una vez de la regularidad y consiguió un tercer puesto en 1998, con el imborrable recuerdo de su gran victoria en el primer ascenso a l'Angliru en 1999.
Sin embargo, a lo largo de todos esos años, el ‘Chava’ Jiménez siempre fue muy irregular, capaz de lo mejor y de lo peor sobre la bicicleta, con una carrera que, inevitablemente, fue siempre de la mano de su vida privada. Una vida que vivió al límite y sin privarse de nada.
Esa vida, con todo lo que ello implicaba, trasnochar, la bebida y los rumores que siempre recayeron sobre él, sumado a que se acercaba el fin de su carrera, llevó al ‘Chava’ a chocar de frente con la depresión, un problema del que nunca pudo ni supo salir, y que le llevó incluso a pensar en quitarse la vida.
Durante sus años en el pelotón, ya destacó por ser más aficionado a firmar autógrafos y dejarse ver y querer por los aficionados, que por entrenar. Sobre la bicicleta era capaz de hacer una carrera histórica en la montaña y, al día siguiente, perder 10 minutos en la clasificación haciendo una carrera para olvidar.
Los problemas para el ‘Chava’ llegaron tras la Vuelta a España del año 2001, en la que consiguió ganar tres etapas y liderar las clasificaciones por puntos y de la montaña pero, tras la cual, nunca volvió a competir profesionalmente. Fue entonces cuando aparecieron una serie de problemas psicológicos que lo sumieron en la depresión.
Al año siguiente, 2002, aún como ciclista del equipo Banesto -al que perteneció toda su carrera profesional-, se alejó de la bicicleta y su vida empezó a descontrolarse, hasta el punto de que se empezó a juntar con gente que supuso una influencia muy negativa para él.
"Nadie sabía muy bien que le pasaba, lo supimos todos a posteriori, pero aquel tiempo fue difícil, él se juntó con gente que no debía. En aquellos meses finales sí hubo un poco de descontento, porque dijeron que Banesto le había dejado solo por su enfermedad, pero no fue así. Muchos de los que habíamos sido sus amigos o sus cercanos no teníamos acceso a él", comentó su ex compañero y amigo, el ciclista Paco Mancebo.
El ciclista Santi Blanco, en una entrevista en Relevo, comentó también sobre ello que "El ‘Chava’ nunca ha sido como acabó. Yo he salido de fiesta con él y nunca fue como acabó. El problema es la gente de la que te rodeas en esos malos momentos".
En los siguientes meses, José María Jiménez siguió luchando contra sus problemas en busca de salir del túnel, hasta el punto de intentar volver en varias ocasiones, pero sus problemas siempre fueron más fuertes que él, mientras se acrecentaban los rumores sobre sus excesos.
"Con la depresión sólo tengo pena y ganas de llorar... Es mentira que tenga un problema de adicción. Eso son rumores", aseguró el propio ‘Chava’ en una entrevista al suplemento Crónica de El Mundo, en septiembre de 2002.
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Fue en ese año 2002 cuando, finalmente, anunció su retirada del ciclismo profesional, algo que, no solo no le benefició, sino que acrecentó sus problemas con la depresión.
Nada más retirarse, trato de comenzar una nueva vida en su pueblo, El Barraco, para seguir recuperándose. Se casó con Azucena, su novia de toda la vida y hermana del también ciclista Carlos Sastre y comenzó a buscar nuevas aficiones en las que gastar el tiempo como pintar, hacer manualidades o pasear por la montaña.
Sin embargo, el fantasma de la depresión no lo dejaba y poco a poco lo iba consumiendo, como confesó a Relevo Juanjo, más conocido como Pinchote, el mejor amigo del ‘Chava’ fuera del ciclismo: "Se encerraba en casa, no quería que lo viéramos mal. Le llamaba al timbre y le decía 'será por tiempo’”.
Al final, consciente de su situación y con 40 kilos más que cuando era profesional, decidió ingresar en la Clínica San Miguel de Madrid, un centro de rehabilitación psicosocial, donde consiguió mejorar relativamente de su enfermedad.
"La última vez que le vi le dejaron salir de la clínica y le vi mejor. Reconoció que tenía un problema y estaba dando los pasos correctos para solucionarlo", recordó en Relevo el también ciclista Santi Blanco sobre aquellos momentos.
Algo que confirmó también el periodista Javier Ares, que visitó al ‘Chava’ en la clínica por aquel entonces. "Lo vi francamente bien, con ganas de vivir. Muy vital, sólo tenía que convencerse de que ya no era ciclista”, comentó en Relevo.
Sin embargo, nunca llegó a recuperarse definitivamente, porque una embolia acabó con su vida el 6 de diciembre de 2006, mientras enseñaba a otros internos de la Clínica San Miguel fotos de sus éxitos deportivos. Y sólo ocho semanas antes de que cumpliera los 33 años.
"Estaba allí, tan feliz, enseñando las fotos, cuando de pronto le comenzó a doler la cabeza, se cayó al suelo y no volvió a levantarse", le contó entonces su esposa, Azucena Sastre, al diario El Mundo.
“Era una muerte inevitable. Él había elegido este camino. No se veía viejo”, dijo a Relevo Eusebio Unzué, quien fuera director del equipo Banesto en los años del ‘Chava’, mientras su otro director, José Miguel Echávarri decía que “si ha hecho cosas malas, que sirvan de ejemplo para aquéllos para quienes era un ídolo. Fue un hombre que levantó muchas pasiones y vivió muy deprisa”.
Su cuñado, Carlos Sastre, no dudó en dedicarle también el Tour de Francia que ganó en 2008: “Me enseñó a ver la realidad del ciclismo y también de la vida. (…) Siempre soñamos con un triunfo así, en la meta del Tour. Y nunca lo conseguimos. Hablamos tantas veces de entrar juntos cogidos de la mano… Pues ese beso significaba que la victoria era también de él, mía y del ‘Chava’. Entramos de la mano en la meta”.
Con su temprano adiós, se fue parte de la ilusión de muchos aficionados que veían en el ‘Chava’ al ciclista que mejor les representaba. Un hombre de buenos y malos momentos para quien la depresión y sus adicciones escribieron el peor final posible para su vida, pero cuyo recuerdo es imborrable.
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