Pasado y presente de Joaquín Sabina
Nació el 12 de febrero de 1949 en la localidad jienense de Úbeda, donde se hizo contestatario, cuenta la leyenda que lanzó un cóctel molotov contra una sucursal bancaria y por eso marchó al exilio londinense hecho todo un hippy, regresó a hacer el servicio militar (en Mallorca) y ya se instaló en Madrid, su ciudad para siempre. Comenzaban aquellos maravillosos 80 que no sólo serían Movida madrileña.
El padre de Joaquín Sabina era inspector de policía. También, según ha contado el cantautor, aficionado a los versos. Al policía le salió un hijo rebelde y farandulero. Joaquín Sabina contó en alguna ocasión, como broma tierna, que las últimas palabras de su padre fueron: "¿De dónde sacan tanto dinero las diputaciones provinciales?"
Arrancó la década de los 80 con Joaquín Sabina tocando en un sótano madrileño donde se servían copas y que se llamaba La Mandrágora (en la Cava Baja, actualmente convertido en el bar Lamiak). Compartía escenario con Javier Krahe y Alberto Pérez. La actuación se convirtió en disco en directo.
El primer disco de Joaquín Sabina fue 'Inventario' pero el propio cantautor dice que prefiere no recordarlo. 'Malas compañías' es su primera gran obra: contiene canciones tan hermosas como 'Calle melancolía' o 'Qué demasiao'.
También en aquellos años prodigiosos (los 80 fueron suyos) se vio a Joaquín Sabina junto a la tropa progre del cantautorismo manifestándose, por ejemplo, contra la entrada de España en la OTAN. Pero Felipe González convocó un referéndum y España votó sí, en contra de la opinión de los cantautores.
El bohemio y crápula Sabina pronto se hizo amigo de otros artistas del momento: como su adorado Luis Eduardo Aute, a quien siempre profesó rendida admiración.
El cantautor jienense seguía siendo vecino de la calle Tabernillas del barrio de La Latina pero ascendía hacia el estrellato a través de sus apariciones en televisión. Fernando G. Tola le sacó en sus programas que parecían tan modernos entonces y quizás también ahora. 'Juez y parte'.
La diferencia entre Joaquín Sabina y otros cantautores está en su vertiente rockera. Se asoció con el grupo Viceversa (ahí estaba ya su inseparable amigo Pancho Varona) e hizo conciertos que se parecían más a los de Miguel Ríos que a los de Joan Manuel Serrat. Sabina, ladies & gentlemen.
De hecho, Joaquín Sabina nunca ha dudado en colaborar con artistas de otros territorios musicales. Y lo mismo ha actuado con Javier Gurruchaga que se atrevió a subirse al escenario del mítico Rock-Ola madrileño, templo de la Movida, el punk madrileño y otras modernidades. No fue el mejor concierto de su vida, pero ahí quedó.
El bombín de Joaquín Sabina es un icono que viene de lejos y que, incluso, da nombre en Madrid (en la misma calle donde viviera el artista -la citada Tabernillas-) a un restaurante.
Joaquín Sabina ama Argentina y Argentina ama a Joaquín Sabina. En realidad, Sabina ama Lationoamérica con toda su alma: México, Ecuador, Bolivia, Perú... En la imagen está actuando con Charly García, rockero que ha competido largamente en excesos con Sabina.
A Joaquín Sabina le encanta aprovechar su celebridad para conocer figuras de renombre. Maradona o el actual Rey de España, a quien invitó a cenar a su casa junto a la esposa del monarca, Letizia, cuando ambos eran respectivamente príncipe y princesa. Al subcomandante Marcos no llegó a conocerle porque el revolucionario mexicano quiso hacer madrugar al cantautor y Joaquín Sabina eso sí que no lo consiente.
En 1999 edita Joaquín Sabina la que se considera su obra maestra: '19 días y 500 noches', un álbum que le consagra y que le lleva a la gloria definitiva. "Lo nuestro duró/ lo que duran dos peces de hielo/ en un whisky on the rocks": versos tan hermosamente sabinianos como estos se hallan en un disco que luego cantaría (una y otra vez) en tantísimos conciertos.
E inmediatamente después del increible éxito de '19 días y 500 noches' sucede el cataclismo. Un infarto cerebral le coloca en una delicada situación de salud y, tras recuperarse físicamente, comienza una etapa depresiva de la cual saldrá aproximadamente en 2004.
Joaquín Sabina sale adelante con los cuidados de su mujer, Jimena, y el apoyo de amigas y amigos de la farándula. Como Ana Belén. A otras amistades, tras el incidente de salud, se les aparta. La noche, la sustancias tóxicas y los excesos van quedando atrás.
Y Sabina y Serrat se convierten en pareja artística para sucesivos conciertos. Ambos se estiman, se admiran y se complementan.
Sabina ya no sale de noche pero vive de noche. En realidad, el propio Joaquín Sabina ha contado que muy pronto dejó los bares para recluirse en su casa de la plaza de Tirso de Molina en Madrid, donde invitaba a sus amigas y amigos: gente de la música, la poesía o la mala vida en general. Aquellas fiestas hasta la madrugada tuvieron que moderarse tras su incidente de salud pero todavía le gusta tomarse un tequila en buena compañía.
Joaquín Sabina siempre ha opinado de política. Y siempre ha apoyado a la izquierda. Lo hizo con el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, presidente de España entre 2004 y 2011.
Joaquín Sabina forma parte de Madrid. Es más, ha escrito (al menos) dos auténticos himnos de la ciudad: 'Pongamos que hablo de Madrid' y 'Yo me bajo en Atocha'.
Joaquín Sabina, en los últimos años, tiene una "mala salud de hierro" que da ciertos disgustos pero sigue vivo y con ganas de subirse a escenarios. Aunque, a veces, se caiga de ellos. Sucedió el 12 de febrero de 2020, día de su cumpleaños, en Madrid. Actuaba junto a Serrat y cayó desde una altura de dos metros, lo cual le provocó fracturas en el hombro y una hemorragia cerebral que en seguida fue operada y solucionada. Sabina salió bien de la operación y lo primero que pidió fue un cigarrillo. Genio y figura.
A
Y el coronavirus respetó al genial cantautor, sobrevivió en su confinamiento, ya está vacunado y comienza a salir a algún que otro evento, como en esta imagen de 2021 tomada en la presentación de la biografía de un gran amigo suyo, Javier Krahe, ya fallecido.
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