La verdad sobre las vacunas
"Con la excepción del agua limpia, ningún otro factor (ni siquiera los antibióticos) ha tenido un efecto tan importante en lo que respecta a la reducción de la mortalidad". Con estas palabras, la Organización Mundial de la Salud (OMS) comienza su informe sobre la inmunización a través de las vacunas. Pero, ¿qué sabemos sobre ellas? ¿Y qué hay de falso en algunas de las cosas que se dicen sobre ellas?
Los detractores de las vacunas han aumentado en los últimos años. Considerado el movimiento antivacunas como una grave amenaza mundial desde las instituciones médicas, la OMS advierte de la importancia de vacunarse.
Todo comenzó con un artículo escrito en 1988 por Andrew Wakefield, publicado por The Lancet (prestigiosa revista científica) y posteriormente retirado por dicha publicación debido a que se demostró erróneo. El vínculo entre autismo y vacunas ha sido desmentido por diversos estudios y la OMS insiste en calificar esto como una falacia.
Las vacunas son seguras y no tienen por qué afectar negativamente a aquellas personas a las que se les aplican. Sus componentes se someten a pruebas para determinar aspectos propios de las dosis como su pureza o potencia.
Tras la fase de análisis de los componentes de las vacunas en el laboratorio, se lleva a cabo un ensayo clínico de seguridad y eficacia en seres humanos.
Una vez cuentan con luz verde, los lotes de vacunas se someten a distintas pruebas posteriores a la comercialización para, así, verificar la uniformidad del proceso de producción. De este modo, también, se monitoriza cualquier posible incidente adverso.
Además de los sistemas reguladores de cada país, la OMS también cuenta con un importante papel en la pre-calificación de las vacunas.
De acuerdo a lo publicado por la OMS, las vacunas previenen más de 2,5 millones de muertes infantiles al año. En un mundo en el que las principales causas de mortalidad infantil son enfermedades como la neumonía o la diarrea, vacunas contra el neumococo o el rotavirus permiten que, cada vez, se den menos casos de este tipo.
El hecho de que la inmunización no llegue, al menos, al 95% de la humanidad (incluyéndose a aquellas personas que hayan sido vacunadas en el pasado) sigue provocando enfermedades. Un ejemplo es el sarampión, presente incluso en países donde haya alta cobertura de vacunación. La situacion empeora cuando los movimientos antivacunas logran que la tasa de población vacunada descienda en ciertos ambientes.
Sólo durante la primera mitad del pasado año 2019 se diagnosticaron cerca de 365.000 casos de sarampión en el mundo. Sin embargo, la OMS estima que este número sería incluso mayor ya que, en realidad, tan sólo se informa de uno de cada diez casos que existen en el mundo.
Según estos datos, la OMS cree que, durante el año 2017, se dieron 6,7 millones de casos de sarampión y 110.000 muertes causadas por dicha enfermedad. (*ADEMÁS: El coronavirus, cada vez más cerca*)
Además del sarampión, las vacunas pueden prevenir hasta más de 26 enfermedades. Muchas de ellas letales o muy graves para el ser humano, tales como la difteria, la hepatitis, la meningitis o la poliomielitis.
Son muchas y variadas. La debilidad del sistema de salud del lugar en el que uno o una se encuentre, la falta de infraestructuras o de financiación o la falta de conocimiento sobre la importancia de las vacunas, son los principales factores que retrasan el avance de la inmunización global.
Pero, ¿hay suficientes vacunas para todos? La respuesta, según las publicaciones de varios expertos, es "no". Habría que vacunar más. El objetivo es llegar a los 24 millones de niños y niñas que, en la actualidad, viven en países pobres o afectados por conflictos bélicos. Lugares en los que, todavía, es muy difícil acceder a cualquier tipo de vacunas.
Una eficaz cobertura de las vacunas representa una importante inversión para cualquier país. Sin embargo, el coste para producirlas no es nada comparado con el posterior ahorro ya que, al prevenir enfermedades, se eliminan posibles y costosos tratamientos posteriores.
Según datos oficiales de la OMS, más de 100 millones de niños y niñas se vacunan anualmente. Mejorando las perspectivas de futuro para los pequeños, las vacunas se convierten en un salvavidas para un importante porcentaje de la población mundial.
Un ejemplo de este ahorro lo encontramos en la viruela. De los 100 millones de dólares que se gastaron en vacunas (durante un periodo de tiempo de diez años), se estima que el ahorro final (teniendo en cuenta el dinero que habría que haberse destinado a tratamientos posteriores para personas que sufrieran dicha enfermedad) sería de unos 1,3 billones de dólares.
La vacuna contra la polio, desarrollada en 1950 por el doctor Jonas Salk (en la foto), es otro buen ejemplo de la efectividad de las vacunas.
Con el apoyo de una gran campaña a nivel mundial de la OMS, la vacuna de la polio supuso una reducción de nuevos enfermos de un 99%.
Desde el año 1923, cuando se creo la primera vacuna para prevenir la difteria, se ha avanzado mucho en este campo. Según la OMS, en los próximos años habrá avances en la creación de otras vacunas contra el SIDA, la malaria o la tuberculosis, además de otras adaptadas a necesidades más específicas.
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