La realidad tras la corona de la reina Sofía: vida, desafíos y escándalos
Siempre se ha mantenido en un discreto segundo plano, pero Sofía de Grecia tiene su propia historia, una historia marcada por su inquebrantable sentido del deber, lo que le ha llevado a seguir siempre adelante, pese a que no siempre fue fácil.
Sofía de Grecia es hija, esposa, hermana y madre de reyes. Y en su linaje encontramos a siete Zares de Rusia, dos emperadores de Alemania e innumerables reyes de la mayoría de casas reales europeas. Pero no todo lo que ha vivido ha sido como en los cuentos de príncipes y princesas.
¿Cómo ha sido la vida de la reina Sofía? Echemos la vista atrás para repasar los capítulos más importantes.
Nació un 2 de noviembre de 1938 en el palacio de Psykhikó (Atenas), la residencia de sus padres, Pablo y Federica de Grecia. Y aunque iba a llamarse Olga, acabaron poniéndole Sofía por aclamación popular.
Su infancia estuvo marcada por el exilio tras la invasión alemana de Grecia durante la Segunda Guerra Mundial.
Pasaron por Egipto o Sudáfrica, donde, según ha contado ella misma en alguna entrevista, cambiaron hasta en veinte ocasiones de residencia. Incluso en alguna de ellas, su madre, Federica de Grecia, tuvo que apartar las ratas a escobazos.
Con ocho años pudo volver a su Grecia natal después de que su tío, Jorge II, subiera al trono de Grecia. Y solamente un año más tarde, a la muerte de éste, fue sustituido por su padre, Pablo I de Grecia.
Durante aquellos años vivió con sus padres y sus hermanos, Constantino e Irene, en el Palacio de Tatoi, a los pies del monte Parnés, a las afueras de Atenas. Allí fue feliz, en contacto con la naturaleza, hasta que, con doce años, tuvo que partir para estudiar el Bachillerato Internacional en el estricto internado de Salem, en Alemania.
Tal y como ella misma ha reconocido la experiencia en el internado fue dura, pero imprimió en su carácter esa forma de ser metódica, estoica y resiliente que sin duda le ha servido en su papel como reina consorte de España.
Pese a que su tío Jorge, hermano de su madre, era el director del centro, ella no tuvo ningún tipo de privilegio a su paso por el internado de Salem. “Todo debía hacérmelo yo, desde la cama hasta limpiarme los zapatos. Y cada semana nos tocaba una tarea colectiva, pelar patatas o servir la mesa”, puede leerse en el libro de Carmen Enríquez y Emilio Oliva ‘Doña Sofía: la reina habla de su vida’.
En cuanto a su formación posterior, cursó estudios de arqueología, música o puericultura. Y, tiempo después, ya como reina de España, inició un curso de Humanidades Contemporáneas en la Universidad Autónoma de Madrid.
Cuando la joven Sofía tenía quince años, en el verano de 1954, su madre organizó el crucero Agamenón. Una excusa para que los miembros más jóvenes de la realeza se conocieran y, quizás, también enamorarse.
No fue el caso de Sofía y Juan Carlos. De hecho cuentan que por aquel entonces ella estaba enamorada de Harald de Noruega, mientras que Juan Carlos andaba enredado en historias con nobles italianas como la princesa María Gabriela de Sabaya o la condesa Olghina de Robilant.
El caso es que volvieron a verse tiempo después, en junio de 1961, en la boda de los duques de Kent, y fue entonces cuando saltó la chispa. Se comprometieron en septiembre de aquel mismo año en Lausana (Suiza), donde vivía la abuela paterna de Juan Carlos de Borbón, la reina Victoria Eugenia de Battenberg. Allí, el por entonces joven príncipe Juan Carlos le dijo aquello de “cógelo, Sofi”, lanzándole el anillo de compromiso.
Se casaron un lunes 14 de mayo en Atenas. Primero en la catedral de San Dionisio por el rito católico, después en la catedral Metropolitana de Atenas por el rito ortodoxo y, hasta en una tercera ocasión, en una ceremonia civil.
Tras una larga la luna de miel que les llevó a pasar por Grecia, Mónaco, India, Nepal, Tailandia, Japón, Estados Unidos, Reino Unido o Portugal, su llegada definitiva a España se produjo en 1963. No fue fácil, pues tuvo que enfrentar multitud de desafíos. Entre otros, el idioma, lidiar constantemente con el sobrenombre de “la griega” o ganarse el cariño de un pueblo extranjero que apenas la conocía.
Sofía de Grecia siempre se mantuvo al lado de su marido. Por aquel entonces no estaba claro que fuera a ser él el sucesor del dictador Francisco Franco, quien, al parecer, quedó impresionado por la forma de ser de la princesa, lo que sin duda pudo ser uno de los puntos que hicieran caer la balanza del lado de Juan Carlos. La otra opción era Alfonso de Borbón y Dampierre, duque de Cádiz y Anjou, que estaba casado con la nieta mayor del general, Carmen Martinez Bordiú.
Por recomendación de Francisco Franco, Sofía y Juan Carlos se instalaron a las afueras de Madrid, en el palacio de la Zarzuela, un antiguo pabellón de caza rehabilitado, ubicado en el monte de El Pardo y que quizás le recordó a Sofía a sus tiempos de infancia en el palacio de Tatoi. No obstante, tal y como ella contó en alguna entrevista, prefería vivir en un ambiente más hogareño como el que proporcionaba La Zarzuela y no en el inmenso Palacio Real de Madrid, al que veía como un museo.
Es de suponer que allí fueron felices mientras formaban una familia con las llegadas de sus tres hijos, la infanta Elena (1963), la infanta Cristina (1965) y el futuro rey de España Felipe de Borbón (1968).
Pero tal y como ha trascendido tiempo después, no todo era de color de rosa en el matrimonio de Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia. Y llegaron las primeras infidelidades por parte de Juan Carlos.
Cuentan los cronistas en asuntos de Casa Real que cuando Sofía lo descubrió, cogió a sus hijo y se marchó a la India con su madre, la reina Federica, quien le dijo que su deber como Reina de España era volver y estar al lado de su marido.
Desde entonces se volcó en su papel institucional y, en este sentido, su propio marido ha reconocido, tanto de forma oficial como oficiosa, que es una auténtica profesional y que no podría haberlo hecho mejor en su papel de reina consorte.
Es de suponer que no fue fácil para ella, pues, pese a que había un cierto pacto de estado para no sacar a la luz las historias extramatrimoniales del rey Juan Carlos, llegó un momento en el que el asunto era vox populi.
De lo que no cabe duda es de que ha dado por entero al pueblo español y ha aprovechado su posición para enarbolar las banderas de diferentes causas sociales, humanitarias, medioambientales y de apoyo constante a la cultura.
Tal es así que la propia reina Letizia, en su pedida de mano en el palacio de El Pardo el año 2003, reconoció ante los medios que quería seguir “el ejemplo impagable de la Reina”.
Pero Sofía de Grecia también es madre y abuela. Una faceta que ha mostrado mucho más en los últimos años, sobre todo cuando le ha tocado estar del lado de los suyos en los momentos más difíciles, como cuando se destapó el caso Nóos, que implicaba al marido de su hija Cristina, Iñaki Urdangarin, y a la propia infanta.
Según se ha publicado en distintos medios, ella tuvo mucho que ver en la llegada al trono de su hijo Felipe después de que saliera a la luz la amistad de su marido con Corinna Larsen o el episodio del elefante de Botsuana, que llevaron al rey Juan Carlos a abdicar.
En la actualidad sigue en activo, apoyando a institución cuando se la requiere, y es habitual verla junto al resto de miembros de la Familia Real en actos como la entrega de los Premios Princesa de Asturias o las recepciones veraniegas en el palacio mallorquín de Marivent.
Sobre su lado más íntimo y personal, sabemos que no come carne (sí pescado), que le fascina el mundo del misterio y el ocultismo… y los animales. Y poco más, porque a pesar de sus casi cuarenta años de reinado junto a Juan Carlos I, para muchos sigue siendo una desconocida.
“¿Amigas, de hablar y contarse cosas? No, no tengo ninguna”, llegó a reconocerle en una ocasión a la periodista y escritora Pilar Urbano. Es por ello que, a excepción de su inseparable hermana Irene de Grecia, o su prima, Tatiana Radziwill, pocas personas saben realmente lo que se esconde detrás de esa eterna sonrisa que siempre muestra a los medios.
Han sido contadas las ocasiones en las que los españoles le han escuchado hablar (siempre con ese marcado acento alemán). Y mucho menos se ha conocido qué es lo que piensa sobre asuntos políticos o del día a día, a excepción de aquella polémica entrevista concedida supuestamente a Pilar Urbano en la que se atrevió a a pronunciarse sobre temas como el divorcio o el matrimonio homosexual.
Lo cierto es que, salvo aquel escándalo y el de día de la catedral de Palma de Mallorca en abril de 2018 (cuando se produjo aquel rifirrafe con su nuera, la reina Letzia, por las fotos con sus nietas, la princesa Leonor y la infanta Sofía), poco más puede achacársele a la reina Sofía, probablemente la última representante de una larga estirpe que ahora da paso a una nueva generación. Una nueva hornada de royals, con otras metas y valores, pero con mucho que aprender de ejemplos de entrega y sacrificio como el de Sofía de Grecia.